jueves, 3 de enero de 2013

Terapia terapia terapia

Terapia y clínica son dos palabras que los gestaltistas originales tomaban muy en serio, pero desde una perspectiva, etimológica y metodológica diferente.

Busca si tienes a bien en la red el concepto de klinikis y el de clinamen. Los gestaltistas buscaban al segundo.

Busca también la de terapeien.

Claro que hay diferencias. Mi recomendación:

Toma terapia o toma coaching, o las dos y sabrás diferenciarlas.
Claro que esbozaremos en este blog, cada tema. Por lo pronto este reto y un saludo.

Jesús Facio

domingo, 4 de noviembre de 2012

ἐπιμελείας ἑαυτ

El proceso de coaching, es un proceso de awareness. Palabra que me gusta trducir muy mexicanamente como "estar al tiro".

El propósito de cada sesión de coaching, es el darse cuenta, o la concienciación de los involucrados sobre el fenómeno a describir, a saber, la experiencia del sí mismo en la frontera de contacto del campo organismo-entorno. Es decir "estar al tiro de sí".

EL COACHING ES UNA PRÁCTICA FILOSÓFICA...

... Me gusta afirmar así, y me gusta la cara de confusión suspensa que ponen coaches en formación y coachees. Y espero que esto deje muy claro por qué lo afirmo así como teniendo mucha evidencia.


Cuenta la famosa leyenda que en las puertas del templo en Delfos, inscrito sobre el umbral, apreciaba cualquier griego de a pie la orden de "conócete a tí mismo." Y parece que se ha sobrevalorado con el paso de los años, ya que es probable que ese conócete a tí mismo era como decir "conoce tu lugar", "hay niveles jovencito", algo así como "ubícate bien en la fila". Vaya, una similitud clásica a la postmoderna "fila preferencial" que tienen algunos en los bancos. O bien, una instrucción del tipo "si va a preguntar, pregunte bien" como veremos.
Teniendo esta última en todo caso, una implicación importante. El oráculo, es dueño del conocimiento, y usted persona que se forma, podrá tener acceso a una parte de esa información (claro que no de modo gratuito).

Si bien Gnothi seauton (“conócete a ti mismo”) es una idea fundadora de la filosofía y del pensamiento occidental, se inscribía dentro de lo que los antiguos denominaban el “cuidado de sí”.


Foucault, siguiendo la corriente de Nietzsche de invertir el platonismo, nos dice: “El gnothi seauton aparece, de una manera bastante clara y también en este caso en una serie de textos significativos, en el marco más general de la epimeleia heautou (inquietud de sí mismo), como una de las formas, una de las consecuencias, una suerte de aplicación concreta, precisa y particular, de la regla general: deberás ocuparte de ti mismo, no tienes que olvidarte de ti mismo, es preciso que te cuides. Y dentro de esto aparece y se forma, como en el extremo mismo de esa inquietud, la regla “conócete a ti mismo”. (Foucault, 2001:20).
Hora, algunos ejemplos que el mismo Foucault toma de los clásicos, haciendo referencia a Platón al cuidado de sí:



“Sócrates. – Pues bien: dime en qué consiste el cuidado de sí mismo, ya que muchas veces lo pasamos por alto aunque creyendo realizarlo…” (Platón, 1966: 255).

En el Alcibíades, en la búsqueda de mejorar el cuidado, relaciona nuevamente a Platón, en el precepto de conocerse así mismo:

“Sócrates. - ¿Crees acaso que es cosa fácil conocerse a sí mismo y que era un hombre vulgar el que puso eso en el templo de Delfos, o por el contrario, que no está al alcance de cualquiera?” (Platón, 1966: 255).

A lo que se refiere Platón en estos textos, es a las máximas que ornaban el templo de Apolo en Delfos.

Gnothi seauton, era parte de las reglas que se aconsejaban a los que se acercaban al oráculo de dicho templo. Meden agan (Μηδέν Άγαν) significaba que sólo se plantearan las preguntas que se necesitaban conocer, Eggue (ἐγγυ) recordaba que no se debían adquirir compromisos o cauciones que no se pudieran cumplir, al realizar la consulta, y gnothi seauton (γνῶθι σεαυτόν) por último significaba que era necesario examinar cuál era la pregunta a realizar con atención a sí mismo.

En este instante, surgen los fundamentos del pensamiento griego y occidental:

“Sócrates. – Y bien, Alcibíades, sea fácil o difícil el hecho con que siempre nos enfrentamos es este: que conociéndonos a nosotros mismos podremos conocer la manera de cuidarnos mejor…” (Platón, 1966: 257).

Como epimeleia, therapeia, kedos, kedesthai, negotium, cura, encontramos este cuidado, que se erige en centro de una forma de pensar el mundo. Esta inquietud de sí atraviesa todo el pensamiento griego, helenístico y posteriormente el romano y el occidental.

El cuidado de sí visto como una tecnología del yo
En este mundo griego y luego occidental, se va transformando en formas de construcción del sujeto, preceptos y tecnologías que van a ser bien mostrada posteriormente por Foucault en su “Hermenéutica del Sujeto”.

Epicuro emplea el término therapeuein, para referirse al cuidado que todo hombre debe tener, a lo largo de toda su vida, de su propia alma. Todo estaba encaminado al mejoramiento de la vida del hombre. Aparece en Epicuro citado por Foucault: "... vacío es el discurso del filósofo que no cura ninguna afección humana. En efecto, así como una medicina que no expulsa las enfermedades del cuerpo no es de utilidad alguna, tampoco lo es una filosofía si no expulsa la dolencia del alma." (Foucault, 2001: 25).

Entre los estoicos la encontramos como cura sui, como expresa Séneca: "Si hago todo en interés de mi persona, es porque el interés que pongo en ella, se antepone a todo." (Cozzoli, 2003).

En los epicúreos y en los estoicos, se aprecia que el ocuparse de sí será a la vez ocuparse del alma y del cuerpo. En Filón, en el texto “Sobre la vida contemplativa”, encontramos la idea de epimeleia aproximándose al cuerpo. “Por considerar el séptimo día, como un día muy santo y de gran festividad, lo favorecieron con un honor insigne: ese día tras los cuidados del alma (tes psykhes epimeleian), frotan con aceite el cuerpo.” (Foucault, 2001: 26). Pero no se olvida el cuidado del alma, “…en cuanto es sujeto de la acción, el alma en cuanto se vale del cuerpo, de los órganos del cuerpo, de sus instrumentos…” (Foucault, 2001: 70).

La inquietud, en la época helenística y más en la romana, reside en la dietética. La dietética es entendida como régimen general de la existencia del cuerpo y el alma. La dieta, el régimen, es una categoría fundamental, a través de la cual puede pensarse la conducta humana; caracteriza la forma en que se maneja la existencia, y permite fijar un conjunto de reglas para la conducta. El régimen es todo un arte de vivir.

Lo que el régimen debe abarcar lo vemos expresado en el libro VI de las Epidemias de Hipócrates, y abarca: “…los ejercicios (ponoi), los alimentos (sitia), las bebidas (pota),…” (Hipócrates, 1989: 323). Todo en la búsqueda de la justa medida. Lo que es útil es lo que “está dentro de la justa medida”. Esta medida debe comprender tanto el orden corporal como el orden ético. El Sócrates de Jenofonte destaca bien esta correlación entre el cuerpo y el alma, cuando recomienda a los jóvenes ejercitar regularmente su cuerpo mediante la práctica de la gimnasia. Subraya los buenos efectos de esta gimnasia en el pensamiento, ya que un cuerpo con mala salud tiene como consecuencia el desvarío, el desaliento, el mal humor, la locura.

El régimen físico debe encomendarse al principio de una estética general de la existencia, en la que el equilibrio corporal será una de las condiciones de la justa jerarquía del ser: “…se le verá siempre ajustando la armonía del cuerpo en gracia de la sinfonía del alma.” (Jenofonte, 1944: 12).

La dieta del cuerpo para ser razonable, para ajustarse como es debido a las circunstancias y al momento, también debe ser motivo de pensamiento, de reflexión y de prudencia. El régimen se dirige al alma y le inculca principios,

“…que cada quien se observe a sí mismo y anote qué alimento, qué bebida, qué ejercicio le convienen y cómo debe usar de ellos para conservar la salud más perfecta.” (Jenofonte, 1944: 12).

La buena administración del cuerpo, debe volverse un arte de vida. La práctica del régimen para los griegos, como arte de vivir, es una forma de constituirse como un sujeto que tiene el cuidado justo, necesario y suficiente de su cuerpo.

“La inquietud de sí, para Epícteto, es un privilegio-deber, un don-obligación que nos asegura la libertad, obligándonos a tomarnos a nosotros mismos como objeto de toda nuestra aplicación.”(Foucault, 1997: 46).

El término epimeleia no designa simplemente una inquietud, sino todo un conjunto de ocupaciones.

“…es de epimeleia de lo que se habla para designar las actividades del amo de casa, las tareas del príncipe que vela por sus súbditos, los cuidados que deben dedicarse a un enfermo o a un herido, o también los deberes que se consagran a los dioses o a los muertos.” (Foucault, 1997: 48).

Para esta forma de pensar, respecto de uno mismo, igualmente, la epimeleia implica un trabajo. El "cuidado de sí" es una práctica permanente de toda la vida que tiende a "…asegurar el ejercicio continuo de la libertad.” (Bernauer, 1990: 254). Ello es así porque "La finalidad de esta ética es ciertamente la libertad.” (Bernauer, 1990: 266).

Para este planteo foucaultiano, el “sí” motivo del cuidado, es el sujeto en cuanto ente. Este sujeto en articulación con la verdad, en una aventura óntica (del ente), es el que está en juego en todas las prácticas del cuidado de sí, a lo largo de la historia. La epimeleia heautou así entendida se aplica al ente, al sujeto en el mundo. De esta forma la epimeleia, la cura es una construcción.

El cuidado de sí, cura o sorge, constitutiva del ser (momento ontológico)

Pero la inquietud o cura sui, puede ser vista como constitutiva y constituyente del ser. En esta línea ontológica se sitúa Heidegger para el cual cura es la esencia del ser.

Para comenzar este análisis, recurre a la fábula 220 de Higinio.[3]

“Al atravesar Cura un río, ve un gredoso barro, y cogiéndolo meditabunda lo comenzó a modelar.
Mientras piensa en lo que hiciera, Júpiter se presenta. Pídele Cura le dé espíritu y fácilmente lo consigue. Como Cura quisiese darle su propio nombre, niégase Júpiter y exige se le ponga el suyo. Mientras ellos discuten, interviene también la Tierra pidiendo que su nombre sea dado a quien ella el cuerpo diera. Tomaron por juez a Saturno, y éste, equitativo, juzga:
‘Tú, Júpiter, porque el espíritu le diste, en la muerte el espíritu y tú, Tierra, pues le diste el cuerpo, el cuerpo recibid, reténgalo Cura mientras viva, porque fue la primera en modelarlo. Y en cuanto a la disputa entre vosotros por el nombre, llámesele hombre, ya que del humus ha sido hecho”. (Heidegger, 1951: 218).

Heidegger reconoce el uso de esto en Göete:

“La Inquietud. Experiméntalo ahora que, maldiciéndote, me alejo de ti. Los hombres son ciegos durante toda la vida. Al presente, oh Fausto, sélo tú al fin.” (Goethe, 1994: 418).

Fausto, para crecer, para ser humano por fin, debe cegarse, (recordando a Edipo), no ver el mundo que lo rodea, el cual le ofrecía Mefisto, para por fin ver el sentido de su esencia.

Cura prima finxit: este ente tiene el origen de su ser en la cura. Cura teneat, quamdiu vixerit: el ente no es abandonado por este origen, sino retenido, dominado por él mientras este “ente es en el mundo”. La cura, Sorge, se constituye en el “ser ahí” heideggeriano, en solicitud, y entrega, pero como constituyente.

“La perfectio del hombre, el llegar a ser lo que puede ser en su ser libre para sus más peculiares posibilidades, en la proyección, es una “obra” de la “cura”. De un modo igualmente original define la “cura” aquella forma fundamental de este “ente” con arreglo a la cual es entregado al mundo de que se cura (el estado de “yecto”)” (Heidegger, 1951: 219-220).

Importa subrayar que Heidegger, marca claramente que existe al respecto

“…una estructura del ser subyacente ya en cada caso. Esta es lo único que hace ontológicamente posible que este ente pueda ser designado ónticamente como “cura”. La condición existenciaria de la posibilidad de “cuidado de la vida”, y “entrega” debe concebirse como cura en un sentido original, es decir ontológico.” (Heidegger, 1951: 220).

Así pues, cura, desde el griego epimeleia, merimnai, se afirma en el alemán de Goethe, adoptando el mito de Higinio, con sus múltiples significa, consideración o esmero (Fursorgé), cuidado (Sorgfalt), compromiso o devoción (Hingabe), preocupación, angustia (Besorgnis, ángstliche Bemuhun).

Fausto proclama que este personaje, Inquietud o Cura, (Die Sorge) lo acompaña y lo constituye. Intenta seducido por Mefisto, escapar a la vida común, incursionar en un mundo mágico, pero al fin Cura se constituye en esencia de su ser. Fausto accede a través de la ceguera que le impone Cura, a la humanidad y a la temporalidad, reconociendo en el hacer humano, su esencia. Fausto conforma su existencialidad y su temporalidad en relación con Cura.

En la concepción heideggeriana, en la esencia del Ser, en cuanto ente, arrojado, yecto al mundo, se halla Cura. Cura que determina el sentido del ser yecto, el Da-sein, que se expresa en una temporalidad.

“El señalar la conexión entre la cura y el “ser sí mismo” no tuvo sólo por meta el aclarar el problema especial del “yo”, debía ser para prepararnos en forma definitiva a aprender el fenómeno de la totalidad del todo estructural del “ser ahí”. (Heidegger, 1951: 351).

El cuidado, cura, implica un proyectarse, en la condición de yecto, y anticipatorio. Dice Heidegger:

“La totalidad de ser del ser-ahí, Dasein como cuidado quiere decir: anticiparse‐a‐sí‐estando‐ya‐en (un mundo) y en medio‐ de (los entes que comparecen dentro del mundo). En la primera determinación de esta trama estructural, se hizo ver que, con respecto a la articulación de esta estructura, era necesario llevar aun más atrás la pregunta ontológica, hasta poner al descubierto la unidad integradora de esta multiplicidad estructural. La unidad originaria de la estructura del cuidado es la temporeidad.” (Heidegger, 1951: 355).

Temporalidad que para Heidegger no significa pasado, presente o futuro, dado que la temporalidad, en cuanto co-existente con el cuidado, es esencia del ser.

Cuidado de sí que permite constituyendo el ser, que éste a través de la comprensión, del lenguaje y por último del silencio, a través del arte devele la esencia de su existencia. Esencia que no es la de un sujeto enfrentado a un mundo ajeno, sino que es la de un ser-en-el-mundo.

“Existiendo se comprende a sí mismo, pero de tal suerte, que este comprender no representa un puro aprender, sino que constituye el ser existencial del “poder ser” fáctico.” (Heidegger, 1951: 35).

Referencias bibliográficas
· Bernauer, J. (1990) Más allá de la vida y de la muerte. Foucault y la ética después de Auschwitz, en Michel Foucault, filósofo, Gedisa, Buenos Aires, [l990]

· Cozzoli, M. (2003) Verdad y Veracidad, http:// www. institutoarendt. com. ar. PDF, [consulta 02.03.06].

· Foucault, M. (1982) Hermenéutica del sujeto, México, Fondo de Cultura Económica, [2001].

· Foucault, M. (1984) Historia de la sexualidad III. La inquietud de sí, Siglo XXI, México, [1997].

· Goethe, J. (1808) Fausto. España, Crema/gráfic, S.A. [1994]

· Heidegger, M. (1927) El ser y el tiempo, Fondo de Cultura, México, [1951].

· Hipócrates, (-460-370) Epidemias, Ed. Gredos, Madrid, [1989].

· Jenofonte, (-394-387) Memorias de Sócrates, su apología (al jurado), La Plata, Ed. Calomino, [1944].

· Platón. (-392?) Obras completas. Aguilar Ediciones. Madrid. [1966].

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